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El mejor don que tenemos los humanos es la capacidad de decidir

El objetivo de este escrito es mostrar la importancia que tiene la participación de las personas mayores para una revalorización de su autoimagen y el acompañamiento social que se necesita para esa revalorización. De ahí el título.
Llevo más de 30 años promoviendo una manera de trabajar que tenga en cuenta a los pacientes, clientes o como quiera que se llamen las personas que acuden a un profesional, de manera que los convierta en los auténticos protagonistas. La participación y toma de decisión de los interesados en todo aquello que les afecte es un proceso activo que genera unos resultados altamente satisfactorios, redunda en su bienestar, además de dar una salida más efectiva a la hora de alcanzar sus objetivos. 
Mi trabajo, me ha llevado a valorar la importancia de mantener la capacidad de decisión de las personas, sea cual sea su condición, aunque esa decisión pueda estar modulada por alteraciones debidas a distintos motivos.  En lo que respecta a las personas mayores, la importancia de la toma de decisión es aún mayor por su relación con la autoimagen y la autoestima para prevenir la dependencia y generar calidad de vida. 
Las temáticas atendidas y, donde esta toma de decisión he visto que se han tambaleado son, la ruptura de pareja en personas mayores, donde ha quedado patente la intromisión de los hijos en su decisión, planteándoles dificultades que les ha ocasionado enfrentamientos familiares. También, en las discrepancias originadas entre hermanos adultos por el cuidado de un padre/ madre mayor o cualquier toma de decisión que afecta a los mayores, a los que no suelen consultar. Sin embargo, la capacidad de acción y decisión es un catalizador poderoso para mejorar el bienestar de las personas y está relacionada con la calidad de vida.  
La parte final del título: CAMBIAR LA IMAGEN DEL MAYOR, pone el acento en la importancia que tiene la influencia de los estereotipos en la autoestima de los mayores y la necesidad de cambiar el concepto de vejez entre la población para conseguir una revalorización de su imagen.

ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN
No cabe duda, los avances médicos y tecnológicos han logrado que, aumentar la esperanza de vida a un ritmo de cuatro años por década, haya dejado de sonar a ciencia ficción. Esta es la realidad de España, donde la longevidad ha seguido aumentando desde el pasado siglo y las personas mayores de 65 años ya suponen el 20% de la población total, además de un progresivo crecimiento de lo que se conoce con envejecimiento del envejecimiento, un aumento creciente de la población mayor de 80 años. Esta explosión demográfica ha generado un fuerte interés en la investigación del envejecimiento hacia los aspectos relacionados con el aumento de los años en el ciclo de vida y centrado en los déficits, aunque poco a poco las preguntas de muchos investigadores y pensadores se han dirigido al sentido que puede tener una vida más longeva, si está acompañada de discapacidad y la reflexión se ha dirigido a las posibles consecuencias en ese aumento de los años de vida sino se mejora la calidad de ésta. 
Enfocar el envejecimiento de manera positiva, es centrar el interés en la salud y en el bienestar, lo que hace surgir el concepto de envejecimiento saludable, óptimo, positivo, activo, con éxito, según los diferentes autores. Este tipo de envejecimiento es considerado como un concepto multidimensional que abarca, trasciende y supera la buena salud y que está compuesto por un amplio conjunto de factores bio-psicosociales, la valoración subjetiva y la satisfacción con la vida como elementos clave de un envejecimiento exitoso, además de considerar la actividad y productividad social (Siegrist, Knesebeck y Pollack, 2004). En resumen, condiciones de salud, funcionamiento físico óptimo, alto funcionamiento cognitivo, afecto positivo y participación social son los criterios generalmente aceptados para identificar esta forma de envejecer.   

            
BASES DEL ENFOQUE POSITIVO DEL ENVEJECIMIENTO
Los mayores no envejecemos de igual manera, hay personas mayores que padecen enfermedades crónicas, sufren fuertes deterioros y son dependientes, mientras que otras, mantienen una buena salud, son autónomas y permanecen activas e implicadas en la sociedad (Fernández-Ballesteros, Caprara, Iñiguez y García, 2005; OMS, 2015). De igual manera existe una gran variabilidad entre crecimiento, mantenimiento y declive del funcionamiento bio-psico-social del ser humano y, también, nos encontramos con una extraordinaria flexibilidad y plasticidad de la naturaleza y la mente humana, lo que nos indica que no puede generalizarse la vejez. Desde un enfoque psicosocial, consideramos que la edad no es la única responsable del envejecimiento, ni que está necesariamente ligada a la enfermedad, ya que en la forma de envejecer intervienen diferentes factores y, el aumento de la edad no solo conlleva pérdidas, también crecimiento en diferentes dominios de la vida en todo el ciclo vital de las personas. Eso lo podemos observar en el desarrollo del ser humano: infancia, adolescencia, edad adulta y vejez, que no puede igualarse el crecimiento a nivel psicológico y el biológico en todas las etapas. 

Es verdad que existe un paralelismo en el crecimiento de la infancia y adolescencia, produciéndose la maduración del individuo que, en estrecha interacción con el medio ambiente familiar y social, es responsable de los repertorios comportamentales de que disponemos. Sin embargo, no sucede lo mismo en la edad adulta y en la vejez, mientras la edad adulta implica estabilidad, a nivel comportamental, lo que ocurre es que, con menor incremento, el individuo sigue desarrollándose o perfeccionando sus repertorios comportamentales ya que está inserto en procesos de aprendizaje a lo largo de toda su vida adulta. 
Respecto a la vejez, se cree que comienza a una determinada edad, coincidiendo con la jubilación, acompañada de pérdida, declive y deterioro, tal y como la considera el modelo biomédico, entendiendo el envejecimiento como una involución que tiene el signo contrario a lo que conocemos como desarrollo. Sin embargo, a nivel comportamental sigue otro camino, el ser humano no termina su desarrollo cuando acaba su máxima maduración física y biológica, ni empieza su deterioro cuando termina su etapa laboral, se marchan sus hijos de casa, o cuando ocurre otro acontecimiento. El desarrollo, desde una perspectiva psicológica, dura mientras se siguen produciendo las transacciones entre el organismo biológico y el contexto sociocultural y en ese balance entre pérdidas y ganancias, existen factores psicológicos que experimentan ganancias y otros experimentan pérdidas. 


QUÉ DICE LA INVESTIGACIÓN PSICOLÓGICA SOBRE EL ENVEJECIMIENTO
Numerosos estudios provenientes de la psicología experimental, dinámica y cognitiva conductual ven cómo se producen cambios en las etapas de la vida adulta que indican un proceso de maduración, describiendo elementos propios de esta etapa, como la búsqueda del sentido de la vida y el envejecimiento, al igual que otra etapa de la vida, tiene sus propios sentimientos, pensamientos y deseos, así como su propia psicología, lo que es tan importante como el estado corporal.
Baltes y Baltes, 2000, explican la existen de mecanismos que regulan el proceso de envejecimiento con éxito y que consiste en adoptar diversas estrategias que redundan en un balance positivo entre las pérdidas y ganancias asociadas a la edad, por lo que nos encontramos que, la experiencia adquirida a lo largo de la vida facilita el que las personas mayores conozcan cómo actuar optimizando, seleccionando y utilizando estrategias que compensen posible déficits o elevadas peticiones del medio ambiente. La experiencia de cada persona y la manera en la que seleccionamos y utilizamos las diferentes estrategias acreditan las diferencias individuales, lo que confirma que no se puede generalizar la vejez.
Si bien es verdad que los mayores tardan más en responder a la información que reciben, en comparación con los más jóvenes, sobre todo cuando las tareas requieren mucha atención (algo que ocurre a partir de los 20 años). Sin embargo, las personas mayores tienen un amplio potencial de aprendizaje incluso, las que están afectadas demencialmente, lo que indica que el entrenamiento mejora el funcionamiento cognitivo, indicativo de la plasticidad del funcionamiento psicológico y su modificabilidad (Fernández Ballesteros y Col.,2003).

En relación al campo emocional, la investigación nos muestra un panorama esperanzador, ya que los mayores experimentan emociones con la misma intensidad que los jóvenes y sienten emociones positivas con igual frecuencia que los más joven (Carstensen et al, 2006). También experimentan un crecimiento de las emociones positivas y un descenso de las negativas, algo que hace que haya una mayor integración adaptativa entre la emoción y la cognición y su interacción en todo el ciclo vital, así como una mejor autorregulación emocional de los mayores, respecto a los adultos jóvenes (Gross et al, 1999; Cabello et al., 2016), menos emociones negativas y mayor control emocional (Chiperfield et al., 2003)
El crecimiento de las emociones positivas en los mayores es muy importante porque tienen efectos saludables, no solo a nivel de salud física, también influyen a nivel psicológico sobre la calidad de vida en la salud, ya que, cuando se tiene frecuentes emociones negativas, las personas perciben su salud de manera más negativa, mientras que, si imperan las positivas, se tiene una tendencia a subestimar los síntomas de su enfermedad. 
Podemos decir que las emociones positivas juegan un papel muy importante en el envejecimiento como proceso de adaptación, ya que ofrecen un amplio repertorio de recursos necesarios para activar el aprendizaje a lo largo de la vida y, lo más importante de todo esto es que las emociones positivas pueden potenciarse y mejorarse. 
En conclusión, si en el mundo cognitivo se produce ciertos cambios negativos debido a la edad, en el mundo afectivo ocurren cambios positivos esencialmente ligados a un declive de la emocionalidad negativa y que, según los distintos autores que investigan el mundo afectivo de los mayores, en esta etapa se incrementa el manejo adecuado de los afectos y, por tanto, existe una mayor “madurez” afectiva.

ENVEJECIMIENTO SALUDABLE Y AUTOPERCEPCIÓN
La autoestima es un factor psicológico muy importante en la vida del ser humano y, en la etapa de envejecimiento tiene una incidencia más destacada, ya que aquí pueden producirse pérdidas de autonomía, de funcionalidad, de personas queridas, de rol relevante en la familia y en la sociedad, factores que influyen en la pérdida de autoestima por parte de la persona mayor, y con ello la aparición de problemas relacionados con la calidad de vida. 
Promover las fortalezas de las personas mayores, en lugar de sus debilidades, es la mejor fórmula para fomentar su autoestima, así como estimular su capacidad de decisión. La autoestima depende de en qué medida nos sentimos valorados, queridos y aceptados por otros, además de por nosotros mismos. Una autoestima sana hace que la persona se sienta bien consigo misma, apreciando lo que hace, participando y tomando sus propias decisiones, lo que le genera seguridad.
Para un envejecimiento saludable, las personas mayores necesitan cambiar su forma de percibirse, la idea que tiene de uno mismo, autoimagen y la valoración que hace de su imagen, la autoestima, dos de los aspectos psicológicos que pueden cambiar cuando un sujeto llega a la vejez y que suponen un factor importante para conseguir un envejecimiento saludable.
Para cambiar el concepto de envejecimiento, también hay que considerar la relación directa entre cómo la sociedad percibe al mayor y cómo este, en consecuencia, se ve a sí mismo. En el proceso de socialización, la sociedad desempeña un papel importante en la minimización de las diferencias y en la creación de oportunidades que refuercen, en la persona, las destrezas y competencias (personales, físicas, sociales y mentales) útiles para afrontar esta etapa de vida. Pero la sociedad también puede influir negativamente en la autoimagen del mayor, a través de la discriminación y el estigma social que transmiten los estereotipos negativos del envejecimiento, como personas incapaces, dependientes, con dificultades para tomar decisiones, de forma que las excluyen de la vida social tomando las decisiones por ellas, “por su propio bien”, lo que implica despojarlas de la capacidad para decidir.  La sociedad manda el mensaje, “los mayores no pueden, tenemos que ayudarlos” y que influye en la autopercepción del mayor, “yo no puedo, me tienen que ayudar”. Desde este paradigma de protección, las decisiones se toman desde fuera, “yo sé lo que es mejor para ellos” provocando un sentimiento de inseguridad en las personas mayores que les crea indefensión.
Considerar a las personas Mayores ciudadanos de pleno derecho, requiere un cambio orientado a combatir la percepción que se tiene de este colectivo y avanzar con estrategias orientadas a la participación, al empoderamiento, a un cambio de paradigma de lo que significa Mayor. Confiar en la persona Mayor se traduce en un aumento en su autoestima porque la confianza genera autoconfianza. 

El reto es vivir más y mejor y para ello, necesitamos remodelar la imagen de los mayores como personas que participan activamente, que tienen iniciativas y llevan el control y las riendas de sus vidas. Por eso, muchos de los problemas existentes no se resuelven sólo desde las políticas sociales o de salud, hay que modificar las situaciones de estatus de este sector de la población, lo que requiere ciudadanos conscientes de sus derechos, de adultos mayores organizados, empoderados, protagonistas de los cambios.  Necesitamos fórmulas que den voz a las personas mayores, que mantengan su capacidad de decisión con independencia de la edad, que puedan elegir cómo quieren vivir y que promuevan ayudas que favorezcan su seguridad personal, eleven su autoestima y garanticen su autodeterminación.  
Dada la gran variabilidad de las formas de envejecer, la persona es responsable de su propio proceso de envejecimiento, envejecer bien no es cuestión de azar, una gran parte depende de uno mismo, de las elecciones y de los comportamientos que cada uno elige durante el ciclo de vida. Y, para realizar esas elecciones, la capacidad de decidir es un elemente imprescindible.

* Esta artículo está basado en la conferencia realizada en el ciclo de Envejecimiento Saludable organizada por la Fundación QUAES, en colaboración con la Cátedra Fisabio. Valencia