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¿Está enferma la Sanidad?

¡La sanidad está enferma!, ¡La sociedad está enferma!, ¡el planeta está enfermo!, son expresiones que se realizan un día sí y otro también, y dependiendo del tono del interlocutor puede parecer que estamos ante el inicio de una enfermedad o en su fase terminal. Son afirmaciones categóricas que tienden a generalizar sobre los seres vivos e inertes, sin que podamos conocer en qué situación nos encontramos realmente, y digo nos encontramos, porque formamos parte de esos colectivos mencionados, aunque en ocasiones no nos sintamos identificados con la percepción y descripción que se realiza de esa sanidad, de esa sociedad o del planeta.

Pero con lo que sí simpatizamos es con el término enfermedad y las repercusiones que puede tener en el ámbito personal, social, emocional, mental y espiritual del enfermo. Casi todos en algún momento de nuestra vida hemos estado enfermos o alguien de nuestra familia lo ha estado, por lo que el reconocimiento de este concepto es casi universal y las experiencias vividas suelen permanecer en nuestra memoria por largo tiempo. El recuerdo que uno tenga de esta experiencia no depende únicamente del resultado, sino que también se ve irremediablemente influido por cómo percibe el paciente o su familia el trato recibido por el personal sanitario durante el tiempo que dura el proceso.

Cuando enfermamos sentimos que nuestro cuerpo no responde, se encuentra falto de energía para realizar la actividad normal, nuestro ánimo decae, sabemos que nos encontramos mal y en la mayoría de los casos cuando se trata de una enfermedad común y leve sabemos a qué parte del cuerpo nos está afectando y qué es lo que necesitamos para recuperarnos. Pero hay otras ocasiones en que no podemos detectar el origen de los síntomas y es ahí cuando acudimos al médico, para que realice un diagnóstico y nos proporcione un tratamiento. Parece algo sencillo, pero en ocasiones se vuelve complicado y se dilata en el tiempo.

La enfermedad suele llegar por sorpresa, aunque nuestro cuerpo en ocasiones nos envíe mensajes. Si es algo grave, hace tambalear nuestra existencia. Por eso es tan importante que el médico cree una relación de confianza con el paciente. Las personas enfermas necesitan sentirse atendidas, sentir que sus palabras son escuchadas. Galeno decía que el recurso básico para la práctica médica es la exploración del cuerpo del paciente, en especial con la vista y el tacto, la observación del cuerpo y su entorno social, el uso de la inteligencia y el sentido común para distinguir los signos de la enfermedad, la conversación con los pacientes y sus allegados que ayuda a conocer los síntomas anteriores a la enfermedad y la importancia que otorga a la razón y a la conjetura.

Antes de la pandemia acompañé a un familiar a un médico especialista en digestivo. La consulta era amplia, con su mesa con ordenador, una cama y una cortina. El médico después de los saludos comenzó a hacer preguntas, mientras escribía en el ordenador las contestaciones, sin dar tiempo casi a contestar. Yo observaba la situación, miraba a la cama perfectamente preparada, escuchaba el teclear constante y me preguntaba cuándo auscultaría a mi familiar, ese momento nunca llegó. Entre tanto y para mi sorpresa le enseñó unos dibujos sobre heces y hasta que no recibió una respuesta, no paró. Al cabo de un cuarto de hora dio por finalizada esa primera consulta y encargó una colonoscopia. Me sorprendió la frialdad con la que nos atendió y el poco tacto que en ambos sentidos tuvo. Hasta no hace mucho tiempo los médicos no enviaban a un paciente a realizar una prueba sino era del todo necesario, porque confiaban en su experiencia, en su conocimiento y en su buen hacer. Ahora parece que si no te hacen una prueba, no te están atendiendo adecuadamente, cuando debería de ser al revés.

El médico tiene capacidad de diagnóstico y puede necesitar realizar pruebas para verificar su ojo clínico o para saber dónde se encuentra exactamente el problema, pero no puede depender exclusivamente de ellas. La necesidad de realizar pruebas, en algunos casos muy costosas, se debe a que se ha roto la confianza. Los médicos y el personal sanitario tienen su propia historia personal, al igual que los pacientes, pueden cometer errores que a veces pueden ser fatales, pero hay que entender que todo el mundo en sus trabajos los comete. Es cierto que son corporativistas y que se escudan unos en otros, pero eso también se debe a que se sienten desamparados por parte de sus superiores cuando cometen un error, o cuando alguien quiere sacar provecho de una situación.

Para solucionar esta falta de confianza, la mediación puede ser una solución, ya que ayuda a las partes a tomar conciencia de la opinión y el sentir del otro y puede servir para encontrar una solución que satisfaga a ambos.

Un enfermo se siente solo, porque sabe que es él el que tiene que luchar para salir de la situación, para él es el comienzo de una nueva vida que desconoce, no puede parar si quiere conseguir la cura, tiene que moverse, realizar las cosas que le digan, tomar conciencia de su situación e intentar darle la vuelta, necesita sentirse fuerte, comprendido, acompañado, necesita misericordia y compasión por parte de sus allegados y del personal sanitario. Cuando un paciente tiene fe en su médico y en los profesionales que le acompañan durante la enfermedad, siente que es atendido, se siente arropado, su situación será más llevadera, aunque el desenlace al final no sea el esperado. Pero lo que más beneficia a un paciente es sentirse único, sentir que se ha hecho todo lo posible y que él también ha hecho todo lo posible para curarse, porque no hay que olvidar que la actitud del paciente ante la enfermedad es fundamental. Todos somos responsables de nuestra propia recuperación.

En la sanidad hay profesionales a los que les puede faltar determinación, involucración o incluso conocimiento o experiencia suficiente, pero este tipo de profesionales es reducido. En la sanidad la inmensa mayoría de sus trabajadores son competentes, con capacidad de servicio y de ayuda a los pacientes y sus familiares, que se desviven día a día por atender a las personas que reciben.

La sanidad no es perfecta, pero tampoco se puede decir que esté enferma y lo mismo se puede decir de la sociedad y del planeta, porque siempre hay una inmensa mayoría que intenta hacer el bien y obrar responsablemente.

Soledad Domínguez Zarza
Profesional colaboradora de la Fundación ATYME