Potenciar las emociones positivas, una vacuna contra la soledad
"El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad” García Márquez"
Sobre la soledad
Si la longevidad de la población es un aspecto positivo de nuestro progreso, también tiene un aspecto negativo, la pérdida de relación social cuando la fragilidad, dependencia y la dificultad de salir de casa sola/o llegan, el sentimiento de inseguridad se instala en las personas mayores y con él la soledad y el aislamiento no deseado o involuntario, un problema que, según palabras de la OMS, acorta la vida de las personas mayores y dañan su salud física y mental y su calidad de vida.
El sentimiento de soledad puede afectar a las personas en cualquier etapa del desarrollo vital, pero sucede con más frecuencia entre las que tienen menos de 25 años y las mayores de 65. Las personas mayores son las que más expuestas están a distintos eventos que suelen ocasionarles un gran cambio en sus relaciones sociales, lo que las hace más vulnerables a la soledad.
La soledad de las personas mayores es una realidad que responde a diferentes causas como la llegada de la jubilación, la pérdida de la pareja, de amigos, la salida del hogar de los hijos y otras. La palabra clave es “perdida”, o más bien el sentimiento de pérdida, vivir los acontecimiento de cambio como pérdida, del trabajo cotidiano, de la gratificación que nos proporciona, de perder la cotidianidad con los hijos, de perder a seres queridos.
Además de la influencia de estos acontecimientos de vida en la experimentación de soledad, también hay que tener en cuenta otro elemento importante para explicarla y que se relaciona con las herramientas que utilizan las personas para abordarla. Las personas que la acogen de forma pasiva, aceptándola como irremediable experimentan un mayor grado de soledad que aquellas que utilizan un abordaje proactivo para manejarla. El estilo de afrontamiento es una herramienta útil para gestionar la soledad y un instrumento preventivo ya que la forma que hemos aprendido para afrontar un acontecimiento puede reaprenderse y enseñar a las personas a manejar su propia soledad.
A todo esto, se le une un modelo de sociedad que se ha ido conformando y que ha favorecido el aumento de la soledad, en especial en las personas de más edad, ya que el cambio estructural de la familia ha hecho más difícil el hecho de vivir generaciones distintas en una misma casa y la persona mayor ha pasado de ser una figura importante, fuente de respeto y sabiduría, a ser un complicación que acarrea problema de pareja y problemas familiares. Esta situación puede, en parte, explicar el número elevado de personas que viven solas, un hecho que seguirá creciendo y repercutiendo en la salud física y psicológica de las personas mayores, influyendo negativamente en su calidad de vida y en el aumento de la necesidad de atención sanitaria y de institucionalización.
El envejecimiento no es cuestión de azar
Sin embargo, el hecho de vivir solo/a no tiene por qué identificarse con sentirse solo y, si la realidad que tenemos es de un aumento creciente de personas que viven solas, lo que hay que lograr es que, lo forma de percibir esa situación, no sea negativa porque la edad no se puede cambiar, pero sí se pueden cambiar comportamientos y pensamientos asociados a ella.
El envejecimiento es un proceso que no se desarrolla de igual manera para todas las personas, hay maneras distintas de envejecer. Unas personas mayores gozan de una buena movilidad para manejarse con independencia y disponen de una red social aceptable y otras lo hacen con múltiples achaques y no disponen de apoyo social. También las hay que, aunque dispongan de buena disposición física y tengan relaciones sociales experimentan sentimientos de soledad no deseada y es que, el sentimiento de soledad está relacionado con la valoración que las personas hacen de sus relaciones y con el grado de satisfacción que les generan. Eso explica el porqué, aunque la persona objetivamente goce de buena salud y esté acompañada, puede presentar un intenso sentimiento de soledad. Podíamos decir que envejecer bien no es cuestión de azar, depende de las elecciones de cada uno y somos nosotros los responsables de nuestro propio proceso de envejecimiento y es que envejecer no es una enfermedad, pero sí puede llegar a serlo sentirse viejo.
Además del efecto producido en las personas mayores por la manera que viven su decaimiento físico y que genera sentimientos de soledad, la sociedad también puede influir negativamente en la autoimagen del mayor a través de la discriminación y el estigma social que transmiten los estereotipos negativos del envejecimiento y que tienen efectos especialmente perjudiciales sobre su salud y su bienestar, haciendo que los mayores adquieran un sentimiento de minusvalía que incide en ir perdiendo seguridad personal y avanzar más rápidamente hacia la dependencia.
Es necesario entender el envejecimiento como un proceso natural que no debe asociarse a una enfermedad, ni verse exclusivamente como un descenso de las capacidades físicas y emocionales. Es una etapa del proceso vital que incluye un crecimiento personal y, aunque exista un decaimiento de lo físico, la dignidad de las personas mayores no disminuye con el aumento de los años y no deben ser considerarlas como un peso para la sociedad, sino como un recurso para contribuir a su bienestar, por ello es urgente que se produzca un cambio de paradigma de la imagen del mayor, personal, familiar y social, un cambio que ayudaría a disminuir el sentimiento de soledad en las personas mayores.
Salud y emoción
Cuando hablamos de la salud, no se entiende solamente como la ausencia de enfermedad, también abarca el bienestar psicológico y social que comprende la calidad de vida de la persona, que es el resultado del equilibrio entre el cuerpo y la mente, algo que explica el por qué cada vez se da mayor énfasis a los aspectos psicológicos, tanto en la salud como en la enfermedad. Desde este enfoque, es evidente que las emociones influyen en la salud, las positivas ayudan a resistir dificultades y facilitan la recuperación de una enfermedad y las negativas, como la hostilidad, la ira, el estrés, el miedo, la depresión o la tristeza hacen a las personas más vulnerables frente al desarrollo y mantenimiento de determinadas dolencias o enfermedades.
No podemos negar el decaimiento de las fuerzas físicas y de algunos aspectos cognitivos de las personas mayores, pero también conviene señalar otros aspectos que crecen con la edad, uno de ellos es el mayor equilibrio emocional que favorece un abordaje competente ante situaciones difíciles, una mayor resiliencia.
Cuando una emoción irrumpe en nuestra mente, todo nuestro ser se convulsiona. Si es un sentimiento positivo, nuestro pensamiento también lo es, nos comportarnos de forma apropiada y nuestro estado de ánimo es de bienestar. Si el sentimiento es negativo, ocurre lo contrario, pensamos de forma negativa, nuestro comportamiento suele ser inapropiado y sentimos malestar. Las emociones influyen en nuestras reacciones, en nuestra manera de pensar, en nuestra memoria, en cómo nos comunicamos e interaccionamos con los demás. No es posible separar el bienestar del estado emocional de las personas.
Esta forma de funcionar en el terreno emocional es común para todos los humanos, pero conforme avanza la edad, el control de las respuestas emocionales aumenta y crece la estabilidad emocional. Este mayor ajuste emocional no ocurre porque se produzcan menos emociones o estas sean de menor intensidad, sino que las personas mayores disponen de un mayor equilibrio entre la razón y la emoción, de manera que la razón enriquece con su valoración la emoción y modula la conducta emocional.
Conforme las personas van siendo mayores, controlan mejor su respuesta emocional porque la razón y la emoción van acoplándose con la edad permitiendo una mayor cohesión entre las dos, de manera que se consigue una mayor regulación de la emoción en la vejez acompañada de un aumento de los aspectos positivos y un descenso de los negativos, obteniendo una mayor satisfacción o bienestar. Esto es un aspecto esperanzador ante una situación tan difícil como es el problema de la soledad en el que nos encontramos, ya que la mejor elaboración emocional de los mayores, su equilibrio entre dependencia emocional y desvinculación les ayuda a resistir las dificultades que ésta conlleva.
Actividad social y emociones positivas
Aunque hay mucha investigación sobre la importancia de las relaciones sociales en las personas mayores para reducir el sentimiento de soledad, sin embargo, el conocimiento que tenemos del funcionamiento de las emociones en este grupo de edad, lleva a pensar que, lo más importante para reducir la soledad, no es tanto la insistencia en realizar actividades sociales, que también, sino en potenciar la facilidad que las personas tienen, conforme aumenta la edad, para recordar aspectos positivos de su vida y el experimentar emociones positivas en comparación con las negativas.
Potenciar el interpretar las situaciones de forma positiva, es decir, ver las oportunidades cuando las personas se enfrentan a los problemas y no solo los obstáculos, hace que se sientan con control y esos pensamientos positivos genera una actitud que favorece que le ocurran cosas positivas, mientras que la interpretación negativa hace que las persona, sin pretenderlo, se dirija hacia el fracaso, algo que suele generar tristeza, desesperanza, inseguridad y sentimientos depresivos.
Potenciar las emociones positivas también tienen efectos saludables sobre el sistema cardiovascular e inmunológico, favoreciendo una mayor longevidad, ya que experimentar emociones positivas con mayor frecuencia se relaciona con un menor riesgo a padecer accidentes cerebrovasculares y a una más pronta recuperación de la enfermedad. Además de ser beneficiosas para la salud física, las emociones positivas influyen sobre la calidad de vida y las persona que frecuentan mayor afecto positivo tienen una tendencia a subestimar sus síntomas de enfermedad, a valorar las pequeñas cosas y a experimentar mayor bienestar, mientras que la mayor frecuencia en experimentar emociones negativas, como la depresión, hace que se perciba la salud de manera negativa, aumentando el riesgo de mortalidad en personas mayores.
A modo de reflexión
La prevención es la palabra clave y, para ello, sería interesante tener en cuenta que, el estimular sus emociones positivas, sus recuerdos positivos, es algo que incrementa su estado de ánimo y genera más ganas de mantener una vida social más participativa.
Prevenir es, también, cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar en relación con el envejecimiento, a nivel social, familiar y profesional, cambiar la percepción del mayor como como un ser desvalido, necesitado de protección al que hay que tutelar.
Pero la principal revolución para combatir la soledad viene de los propios mayores, ya que disponen de una herramienta poderosa, un mayor equilibrio emocional que, bien utilizado puede reducir los sentimientos de soledad y aislamiento. Para este aprendizaje se necesitan programas preventivos y de desarrollo personal que sitúen a las personas mayores como protagonistas de su propio proceso de envejecimiento, potenciando ciertos aspectos psicológicos como son: el bienestar emocional y social, la gestión positiva de sus conflictos y un estilo de afrontamiento proactivo, aspectos que evitarán problemas emocionales como la depresión.
Trinidad Bernal Samper
Directora de la Fundación ATYME