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Documentos divulgativos
Marzo 2023

Adolescentes y pantallas. Impacto del uso del móvil en el acoso y ciberacoso

Atyme- Estudio adolescentes y pantallas
INTRODUCCIÓN

El apogeo de lo digital en la población joven, junto al incremento de situaciones de bullying y ciberbullying, nos ha llevado a querer conocer en mayor profundidad esta problemática para poder elaborar instrumentos que faciliten un buen uso de las pantallas e intervenciones que sensibilicen y prevengan este tipo de comportamientos. Este es el objetivo de este estudio  y, para ello hemos analizado los hábitos de uso del móvil, tipología familiar, estilos educativos parentales, grado de adicción al móvil, niveles de acoso y ciberacoso escolar, junto a variables como la autoestima y empatía.


En la actualidad, el grado de dependencia que se está generando principalmente entre la población joven puede ser un predictor de comportamientos que implican ciberacoso entre iguales, dado que la forma tradicional de acoso escolar ha ido evolucionando al ciberacoso, hasta llegar casi a la misma proporción en la actualidad (Save the Children, 2016), por lo que es necesario plantear intervenciones que sensibilicen y ayuden a prevenir esta realidad.


Una realidad social compleja que no sólo afecta al ámbito escolar o a las TIC sino a la sociedad en general. La víctima y el agresor son niños o adolescentes, ambos requieren de una intervención precoz y un adecuado abordaje, dado que el impacto sobre la salud de la violencia entre iguales es muy similar al de cualquier tipo de maltrato, con un índice mayor de depresión grave y suicidio en el ciberbullying por una alta victimización en tiempo y espacio (Injuve, 2019).


Los jóvenes y el uso de pantallas
Los estudios y datos estadísticos muestran como el colectivo adolescente que hace uso de las pantallas es abrumador dado que un 95’7% de adolescentes con 15 años tiene móvil, y el 99’2% utiliza internet (INE, 2019) convirtiéndose en caldo de cultivo para sufrir patrones de conductas adictivas, trastornos psicológicos y falta de control de sus conductas, incluida la del ciberbullying o ciberacoso.  España es pionera en integrar la adicción a las TICS como droga sin sustancia en su estrategia Nacional de Adicciones, pues los adolescentes que abusan de internet, un 18% tiene entre 14 y 18 años (Estrategia Nacional sobre Drogas, 2015) presentan mayores problemas de ansiedad, insomnio y depresión (Estévez et al., 2009; Jenaro et al., 2007; Wu et al., 2019), comportamiento impulsivo (Cerniglia et al., (2019), mayor malestar psicológico (Fumero et al., 2020), con recurrentes pensamientos negativos que pueden interferir en situaciones sociales, así como relación con ideación suicida (Arrivillaga et al., 2020 en Vicente Escudero et al., 2019)


En relación con los modelos de crianza, el estudio Familias hiperconectadas: el nuevo panorama de aprendices y nativos digitales, elaborado por Custodio, en colaboración con Ipsos, indica que el 64% de los padres españoles se describen como flexibles y destacan la importancia de que sus hijos sean autónomos, el 85% de los progenitores afirma ser más rígidos con las tareas del colegio, las obligaciones de casa y el tiempo que los niños dedican a Internet (56%), mientras que se ven más flexibles con la alimentación (58%), las horas que dedican a ver la televisión o a los videojuegos (52%) y la hora de irse a dormir (46%).


Unicef tiene en cuenta los datos referidos por Save the Children en su estudio, “Yo a eso no juego” (2016), donde un 6,9% de los alumnos reconoció haber sufrido acoso escolar durante los últimos dos meses previos al estudio. Un 3,3% reconoció haber formado parte de los ciber agresores. Encabezan estas cifras las chicas, con una diferencia de poco más del 2% respecto a los chicos. Unicef confirma y amplía estos datos, a través de una encuesta pasada en 2017, donde un 12% consideraba haberlo sufrido durante los últimos 12 meses. Esta cifra aumenta conforme los jóvenes entran en la adolescencia, llegando hasta una diferencia de 7 puntos porcentuales entre los 9 y los 16 años. 


El informe, titulado 'Los niños y las niñas en la brecha digital de España', señala otro dato: el 42,6% de las chicas afirmaba haber sido víctima de algún tipo de violencia o acoso sexual online, frente a un 35,9% de los chicos.
El 40% de los jóvenes ha sufrido ciberacoso durante su infancia y más de la tres cuartas partes violencia online, el 47% incluso más de un tipo (Save the Children, 2019). Estas conductas incitan a conflictos de convivencia social y crean inseguridad ciudadana, por lo que la presente investigación va dirigida a generar conocimientos que ayuden a reducir la prevalencia de esta adicción en la población adolescente, junto a la promoción de conductas saludables, teniendo en consideración situaciones provenientes de diferentes tipos de familias.

 

CÓMO LO HEMOS HECHO

Este estudio pretende conocer el impacto del uso excesivo o dependencia de pantallas o TRICS en población adolescente, provenientes de diferentes modelos familiares, como las parejas separadas de mutuo acuerdo, las que lo han hecho de forma contenciosa o de familias intactas, con el objeto de conocer si existen diferencias relacionadas con conductas e interacciones particulares o el grado en el que estas pueden estimular comportamientos desajustados como el bullying (B) o ciberbullying (Cb). También conocer datos sobre sus estrategias a la hora de abordar y resolver conflictos directamente relacionados con situaciones de acoso o ciberacoso además del papel de la autoestima y empatía en todo ello.


El grupo de estudio e instrumentos utilizados
Está compuesto por 204 alumnos entre 12 y 18 años de tres institutos pertenecientes a Alcalá de Henares, Majadahonda y Mérida, se trata de chicos y chicas en igual proporción, distribuyéndose las edades en dos grupos, de 12 a 15 años y la otra mitad en edades de 16 a 18 años. Además, hemos contado con 6 entrevistas a adolescentes para poder tener una información más personalizada, respetando edad y sexo en igual medida.
Para realizar el estudio hemos utilizado varios instrumentos de medida y recogida de datos que nos han permitido conocer información actual sobre la realidad de la población joven, y para ello hemos confeccionado un cuestionario que aglutina varias pruebas de medida sobre aspectos significativos que se pasará en varios institutos, además de una entrevista individual semiestructurada a una muestra reducida de adolescentes que reúnen las características y el perfil estudiado.


El cuestionario recoge datos sociodemográficos de los menores, intereses y actividades de ocio, uso o abuso del móvil, duración y edad de inicio en el mismo. También se ha considerado interesante conocer el modelo de convivencia familiar, si la pareja vive junta o está separada. Igualmente hemos tenido en cuenta los estilos educativos parentales, dado que pueden ofrecernos datos que correlacionen significativamente con el uso del móvil o incluso con los comportamientos que mantienen con sus iguales, en especial, nos interesa saber si los diferentes estilos educativos pueden tener impacto bien en el uso de las pantallas, conductas de ByCb o la forma de afrontamiento ante estos comportamientos por parte de los jóvenes cuando se es víctima, agresor u observador. 


Además, el cuestionario incluye ítems de cuatro escalas referidas a la adicción al móvil, bullying/ciberbullying, empatía y autoestima. En particular, estamos interesados en conocer cómo la empatía se relaciona con el resto de aspectos, ya que nuestra hipótesis es que, a mayor empatía habrá un menor índice de conductas de acoso o ciberacoso. También les hemos preguntado sobre la forma que tienen de afrontar situaciones de ByCb cuando son conocedores de ellas, su grado de implicación o no a la hora de actuar para defender a la víctima, pudiendo ser de forma activa, dando a conocer lo que pasa o interviniendo para defender a quien está sufriendo o de forma pasiva, sin hacer nada. 


Para completar la recogida de información se realizan una serie de entrevistas semiestructuradas (Anexo I), que se realizan presencialmente con la intención de poder profundizar con más detalle en ciertos aspectos que faciliten un análisis cualitativo más rico y profundo, donde pueden tenerse presente la espontaneidad, subjetividad y emocionalidad de los participantes en su lenguaje natural, que puede ser utilizado posteriormente para llegar a otros adolescentes con los mensajes que dan en la propia entrevista a través de sus opiniones y sugerencias con el fin de prevenir este tipo de comportamientos.


Las temáticas abordadas giran en torno a lo que piensan estos jóvenes del ByCb en diferentes aspectos, tales como su relación con el móvil o grado de adicción, lo que se hace en su instituto, conocimiento de situaciones de ByCb y su actuación ante las mismas, soluciones que ofrecen y mensajes que transmitirían a alguien que sufre de acoso o ciberacoso o que genera este malestar a otros.


Los géneros femenino y masculino están representados al 50 % en la muestra, al igual que sus edades, pues la mitad tiene entre 12 y 15 años y la otra mitad entre 16 y 18 años. La mitad de los encuestados nunca lee libros que no sean obligatorios y solo un 27 % lee con asiduidad. Resulta curioso que algo más del 5 % no sale nunca con sus amigos, si es que los tuvieran y casi un 40 % dice salir con el grupo de iguales solamente entre una y tres veces al mes, en un periodo evolutivo donde las relaciones con sus iguales son tan importantes en su desarrollo.


Respecto a cuando adquieren los jóvenes su primer móvil propio, un 15 % lo estrena antes de los 9 años, un 41 % entre los 10 y 11 años, el 32 % a los 12, un 8 % a los 13, un 2% a los 14 y solo un 2% de los 204 adolescentes no tienen móvil propio. El 26% comienza a usarlo antes de los 6 años y el 74 % restante a partir de los 7 años. 
Uno de cada tres menores del grupo entrevistado convive con el padre y la madre, al estar la pareja separada, en cerca del 68%, la separación se realizó de mutuo acuerdo y el resto, un tercio del total por contencioso.  En relación con la limitación del uso del móvil, casi en un 62 % del grupo no se produce por parte de ninguno de los progenitores, sino que directamente son ellos, en un 32 % de los casos, los que se limitan su uso y en un 29% lo hacen los dos padres por igual.


En lo que respecta a cómo suelen afrontar los adolescentes situaciones de bullying o ciberbullying, cuando ven que alguien se burla, insulta o daña a otro en persona o por internet, un 36,3 % interviene defendiendo a la víctima, un 21 % se lo dice a alguien para que lo sepa y un 41’2 % no dice ni hace nada por miedo a meterse en problemas o ser señalado por otros, actúan como observadores pasivos.


Respecto a los estilos educativos de ambos progenitores hemos encontrado ligeras diferencias, siendo las madres algo más autoritarias y se involucran más en la vida de los hijos que los padres los padres algo más flexibles, además que las madres se involucran algo más en la vida de sus hijos.


En relación al grado de adicción al móvil, encontramos que el grupo manifiesta signos de adicción, haciendo uso de él unas 5 horas diarias, las cuales se incrementan en función de la edad, es decir, a mayor edad mayor tiempo de uso. Estos jóvenes indican que, por el uso del móvil han perdido tareas o actividades previamente planificadas, que han tenido problemas de concentración y eso ha afectado a sus estudios e, incluso, han llegado a afirmar abiertamente que no pueden estar sin su móvil, sintiéndose impacientes o inquietos si no disponen de él. 


Un tercio del grupo total de los  encuestados muestran un grado de empatía afectiva bajo, mientras que el 90% muestra un óptimo nivel de empatía cognitiva. En cuanto  al nivel de autoestima, los resultados del grupo muestran que un tercio de los adolescentes tienen niveles de autoestima por debajo de la media, (ANEXO II).


LO QUE NOS HEMOS ENCONTRADO
Al analizar los datos de los adolescentes hemos podido extraer algunas conclusiones que pueden servir para plantear orientaciones e intervenciones específicas referidas al uso del móvil y sus implicaciones en situaciones de acoso y ciber acoso. Nos centramos en aquellos datos que nos han parecido más significativos:
Más del 50% de los menores de 11 años tiene móvil propio, una gran parte de todo el grupo lo utiliza unas 5 horas al día, manifestando, más del 60%, que no tienen limitación expresa por parte de sus padres en su uso. El mayor uso del móvil a edades tempranas correlaciona con niveles menores de empatía y la autoestima se ve negativamente afectada a medida que se incrementa la cantidad o variedad de redes sociales en las que se participa. Además, un 40% solo sale con sus amigos entre una y tres veces al mes, y un 5% no sale nunca con ellos y, el no salir con amigos facilita que usen el móvil en edades muy tempranas, aspecto que incide en una mayor vulnerabilidad. 


Los adolescentes que tienen un mayor grado de empatía, presentan mayor índice de autoestima, leen más, van más actividades extraescolares y artísticas, además de no repetir curso o comenzar a usar más tardíamente el móvil. También hemos encontrado que los que tienen mayor grado de empatía son más proclives a ser víctimas de ciberbullying, tal vez porque muestren una imagen más sensible o una menor capacidad de respuesta asertiva como modelo de afrontamiento.


En general, los adolescentes están sensibilizados hacia la problemática del C y Cb, una parte del grupo se involucran en ella para ayudar a quien lo padece invitándole a que cuente lo que le pasa y muestren firmeza en defender sus derechos. Estos jóvenes que se muestran activos en defender al acosado puntúan más alto en la escala de acoso, tanto en victimización, como en agresión y combinadamente, es decir, el haber pasado por experiencias de este tipo tiende más a intervenir cuando les ocurre a otros porque comprenden bien lo que se siente ante tales situaciones.


En relación a los tipos de familias, encontramos diferencias, aunque no estadísticamente significativas, en conductas de acoso o ciberacoso por parte de sus hijos, en aquellos cuyos padres han utilizado un procedimiento contencioso para separarse, mostrando: valores mayores en B y Cb, usan más tiempo el móvil, perciben una peor comunicación entre sus padres, muestran un nivel menor de autoestima y tienen mayor probabilidad de ser observadores pasivos ante comportamientos de acoso y ciberacoso, es decir, de no hacer nada cuando los presencian o tienen conocimiento de ello. Además, suelen tener menos límites normativos y se sienten más desamparados que otros niños al apreciar que sus padres pasan más de ellos en comparación con el resto del grupo.

PARA QUÉ NOS HA SERVIDO 

De los resultados obtenidos hemos elaborado una Propuesta de programa de intervención en el centro educativo “XQTÚmeimportas” que ayude a sensibilizar sobre la realidad estudiada a la vez que facilite la prevención de comportamientos violentos, pretendiendo implicar a los jóvenes en actitudes empáticas y proactivas ante comportamientos de ByCb, donde los ejes transversales son, sensibilización, resolución pacífica de conflictos, empatía, comunicación no violenta, inteligencia emocional y atención plena.
Con lo que los jóvenes nos han contado, hemos diseñado una Guía de buen uso del móvil y prevención del B y Cb no solo para ayudar a los propios adolescentes, también a las familias, profesores e instituciones para que tengan una mejor comprensión de estas realidades desde la perspectiva de los propios adolescentes.